La sutileza de mirar las nubes
- Lucía Beltrán
- 11 dic 2020
- 2 Min. de lectura
Tengo una amiga a la que le apasionan los atardeceres. La lluvia, los arcoíris, la luna. Contemplar estos fenómenos le aporta pequeñas dosis de felicidad. Le relajan. Le transmiten paz.
Tenemos una forma de comunicarnos muy especial. A ambas nos encanta ver el amanecer y mirar las nubes mientras pasa el tiempo. Cuando vemos que el cielo está particularmente bonito nos mandamos un mensaje: “Mira el cielo”. Y con este pequeño gesto intentamos alegrar el día de la otra persona.
Las diferentes situaciones que vivimos pueden ser como el cielo. Algunas son atardeceres, acogedoras, inspiradoras. Esos colores pastel son símbolo del amor que transmiten. También podemos pensar en los ocasos como algo bonito que se acaba y da paso a algo mejor. A algo nuevo. Una nueva reflexión para otro ansiado comienzo.
Hay oportunidades únicas, como ese avión, esa estela que tras unos minutos desaparece. Sin dejar rastro. Sin volver a saber de él. Por eso hay que cogerlo, antes de desaparecer.
Hay cielos grises, tempestades, horizontes encapotados, que no te dejan ver más allá, ni pensar con claridad. Lluvias, de esas que calman. Las que traen consigo el arcoíris y te hacen ver que todo ha merecido la pena.
Y la luna, ver cómo va creciendo y cuando más llena está, vuelve al inicio para volver a empezar. Si te paras a pensar, todo va por ciclos. Lo que importa es conservar tu esencia. La de la luna es sencilla, sigue su proceso. Siempre a su tiempo.
Querida Marta, recuerda. Hay días grises para enseñarte que el verdadero sol eres tú. Y los días más brillantes, no los ilumina nadie sino tú.
Para seguir disfrutando de esos pequeños momentos, de los que nutren el alma y flotan al margen. Y, como la luna, siempre puedes volver a empezar.
Apunta alto, a las estrellas. Para sentirte como en una nube. Los pasajeros del avión te observan. Quieren saber la clave.
Simplemente increíble.