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wabi sabi

  • Foto del escritor: Lucía Beltrán
    Lucía Beltrán
  • 3 mar
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 7 mar

Tengo una lista con los destinos a los que quiero ir, culturas que quiero conocer, personas que quiero volver a ver y lugares que no me quiero perder. En esta lista están República Dominicana y mi querida linda Leslie, Japón y mis amigas Karen~, Satoka~ y Nai-Hua~ en Taiwán. Es increíble cómo puedo llegar a sentir el apoyo de personas desde una parte tan lejana en el mundo. No puedo escribir la sensación tan bonita que siento al saber que alguna vez coincidí con personas, que ahora están a miles de kilómetros, en un mismo lugar. Y que compartimos risas y momentos, que no volverán.


Y a pesar de que eso me pone a la vez feliz y triste, algo que he descubierto hace poco de la cultura japonesa es la filosofía wabi-sabi. Se centra en la aceptación de la transitoriedad y la imperfección. Afirma que la belleza a veces es imperfecta, impermanente e incompleta por naturaleza. La belleza de la juventud, de los momentos que no vuelven, de las cosas que no salen bien.


Wabi evoca algo que está en sintonía con la naturaleza y es armónico, pacífico y tranquilo. Sabi hace referencia al paso del tiempo y la sabiduría que viene con él.


Ahora encuentro la belleza en eso en lo que puse todo mi esfuerzo y al final no funcionó. Aprecio la belleza de no saber cuánto va a durar una persona en tu vida, una etapa o un sentimiento. Recibo belleza al no poder aceptar la caducidad de la vida, como los halos de dos aviones que se cruzan en el cielo azul y no saben si alguna vez volverán a coincidir. Lo bonito es, que coincidieron. Lo bonito es, la incertidumbre. Lo bonito es, valorar cada momento como si fuera único. Como si nunca más se volviese a dar. Porque así es. Cada segundo era un regalo, y yo, no lo sabía. Ahora lo sé.


Aún así, sigo esforzándome por que todo salga bien. Supongo que encuentro más belleza en aquello que sé que puede durar si lo cuido. En aquello que he conseguido, porque he creído en mí, y sé que es para siempre. Y no, en todas las dudas, todos los momentos en los que pensaba que no podía, en los que me cerebro me decía que no era capaz, y al final todo estaba claro, y pude, y fui capaz. Lo bonito lo encuentro al mirar atrás y ver el atardecer. Aunque ahora intento ver lo bonito durante el camino. Y saber que el sol que ahora brilla alto, en algún otro momento, ya no estará ahí. O sí.

 
 
 

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