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A veces solo se necesitan dos sillas, una verde y una blanca, y sentarte con tu yaya y con tu hermana pequeña a ver la lluvia caer y la gente pasar, un sábado a las 5 de la tarde en la puerta de la cochera de un pueblo cualquiera situado en la octava milla romana, para ser feliz.

A veces solo se necesitan treinta y cinco mil ciento noventa y ocho días para dedicar toda una vida a cuidar de los tuyos, a guiarlos, protegerlos y quererlos con toda tu alma, con todo tu corazón y por encima de todo y de todos.

A veces solo se necesita un armario lleno de chicles, una caja llena de galletas, un corral lleno de plantas, una cochera llena de bicis, una estantería llena de sopas de letras, una caja llena de hilos de coser y de botones, una hoguera llena de leña, una mesa llena de gente, una casa llena de amor.

A veces solo se necesita comer todos juntos los sábados a la una, salir a dar un paseo después de comer para bajar la comida a las dos y mirar las obras de detrás de casa, ver saber y ganar a las tres, jugar a la baraja a las cuatro, salir a jugar al parque a las cinco, merendar a las seis. Y entre medias, hacer sopas de letras, puzles o jugar a los animales.

A veces solo se necesita saber que tu yaya reza por ti todas las noches, y que hay alguien que te protege siempre, esté donde esté, y que siempre quiere lo mejor para ti. Lo sabes porque siempre te ha dicho la verdad, y siempre te ha visto con los ojos más sinceros del mundo.

A veces solo se necesita la ilusión genuina de una persona al verte aparecer por la puerta y escuchar un ‘Toma’, mientras se acerca para darte un abrazo de esos que sanan todo aquello que está roto, aunque tú no te des cuenta.

A veces solo se necesita que alguien te eche la melena para detrás con las dos manos cuando te va a dar un beso y que te diga que te recojas ese pelo, mientras te dice peluchona y te pregunta qué tal has salido después de un examen o de un partido de tenis.

A veces solo se necesita que alguien se acuerde cada año de ti por tu cumpleaños, aunque ya no te llame, aunque ya no te pueda dar la propina para que te compres ropa o algo para el colegio que necesites, aunque no te diga ’23 años ya hija mía, cómo pasa el tiempo…’. Y tanto, yaya, y tanto….

A veces solo se necesita saber que has pasado los mejores años de tu vida junto a una persona a la que quieres con rasmia y con todas tus fuerzas, que fuiste muy feliz, que estás eternamente agradecida con esa persona, y que ahora tienes una deuda con ella, ha dejado el listón muy alto y ahora me toca a mí ganarme su admiración.

A veces solo se necesita saber que alguien te está esperando para despedirse, saber que hay que luchar hasta el final, que hay que resurgir como el ave fénix, que hay que ser fuerte, que hay que haber vivido con bondad y resiliencia toda una vida para poder irte en paz.

A veces solo se necesita mandar un beso al cielo y seguir viviendo, para poder hacer orgullosa a un referente en tu vida.

A veces solo se necesita saber que alguien daría todo por ti, para a partir de ahora, tú poder darlo todo por esa persona. Que nadie te va a querer como ella, y que nadie la va a querer como tú.

A veces solo se necesita una yaya como tú.

Amén.

24 de mayo de 2025.