Etapas con mayúscula
- Lucía Beltrán
- 6 jun 2020
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 12 jun 2020
¿Te has preguntado alguna vez por qué escribimos con mayúscula inicio de cada nueva frase?
Más allá de las reglas lingüísticas, te voy a dar una razón metafórica y de reflexión.
Cuando ponemos punto y final a una experiencia (quien dice una experiencia dice una frase), debemos comenzar la siguiente con más energía. Debemos arrancar ese nuevo proyecto, o viajar a esa nueva ciudad, o simplemente seguir nuestra rutina con normalidad. Y esa frase no puede ser escrita como estaba siendo hasta ahora. Debes comenzar las nuevas experiencias y momentos con más fuerza, con más ganas, con más rasmia. Como cada mañana al despertar, cuando comienza un nuevo día.
Si te das cuenta, estas frases siguen a la misma intensidad hasta su final. No se escribe la última palabra más pequeña, o con menos ímpetu. Cuando escribes, procuras hacerlo de una forma clara y constante.
Lo mismo puede pasar con los textos. Hay textos que nunca se acaban y otros que habiendo finalizado, están sin terminar. Los hay con muchos puntos y apartes, otros sin puntos, con muchas exclamaciones, con puntos suspensivos… Hay algunos que se continúan con páginas en blanco, y otros empezando otro libro.
Cada texto sería una etapa. Hay etapas que duran poco, otras que duran toda la vida. Hay unas muy intensas, otras llenas de dudas, preguntas, parones. Lo importante es seguir leyendo, seguir escribiendo, y seguir creando, porque si te paras ahora, no sabes cómo acabará tu historia. Y cada frase, cada texto, cada libro y cada etapa, te hará aprender.
Y hay veces que sienta bien compartir pequeños fragmentos de tu lectura con otras personas. Por ti, y por ellas también. Como protagonista de tu libro, hay momentos donde tienes que ir solo, y descubrir, construir, crear. Y otros en los que compartirás todo aquello que has logrado con tu familia, amigos y felicidad.
Así que ya sabes, en la escritura y en la vida, ser constante y tener vitalidad cuando es necesario, es clave. Y no pararse, no dejar de soñar. Ni de leer, ni de empezar. Con mayúscula, por supuesto.
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