Buen camino

El camino de Santiago ha sido la mejor experiencia que he vivido nunca. Es verdad que no lo entiendes hasta que lo vives.

Disfrutas de las etapas. De empezar. De conocer a peregrinos tan distintos, pero tan sanos. Transparentes. El ambiente es muy acogedor. Llegas a pensar que si todo el mundo se comportara como lo hace en el camino, el mundo sería diferente. Me quedo con los valores que se viven allí. Con la amabilidad, el respeto y el buen corazón.

Te das cuenta de que tienes que arriesgarte y salir de tu zona de confort. Aún te queda mucho ahí fuera por descubrir.

Descubres lo pequeño que te sientes ante la inmensidad de los paisajes que te paras a contemplar. Sientes paz. Desconectas. Eres libre.

Descubres lo bonito que es no saber si esta será la última vez que verás o hablarás con una persona. Y por eso exprimes ese momento al máximo, tratando de guardarlo en tu memoria (o en tu diario) para siempre.

Descubres que no hay cuesta que se te resista, por muy larga que sea. Que la satisfacción de llegar al final de una etapa no es comparable con nada. Y que cada día tienes ganas de más, porque cada vez eres más capaz.

Descubres que durante catorce días tu hogar no ha sido una casa, sino un conjunto de personas, paisajes y experiencias que te han hecho sentirte tú de nuevo.

Descubres que somos más fuertes de lo que pensamos.

Y descubres, que el camino es la meta.

Estoy muy feliz de haberlo compartido con todos vosotros.

Especialmente dedicado a: Teresa, Inés, Eva, Paco, Elena, Álvaro, Fernando, Sandra, Paco, Eleonora, Alicia, Mariate, Rubén, Marina, Jordi, Lucía, Iskander, Matilde, Lucile, Victorien, Marion, Illiam, Walter, James, Sylvienne, Begoña, Elena, Lucía, Jimena... y lo dedico también a las personas que me he ido encontrando y cuyos nombres no he tenido el gusto de conocer.

Como me dijo una persona encantadora al despedirse, "espero volverte a encontrar en algún momento del camino de nuestras vidas."

Ha sido un placer. Os deseo lo mejor. Buen camino. Y buena vida.

Lucía.